La pandemia del coronavirus, cuyas primeras consecuencias económicas se sintieron con fuerza en todo el mundo durante la primavera de 2020, ha tenido ramificaciones que eran difíciles de prever al inicio de la crisis pero que ahora mismo son uno de los principales quebraderos de cabeza para los líderes mundiales y empresas de los más diversos sectores.
Una de estas ramificaciones es sin duda la crisis que está experimentando la cadena de suministros global, resultado de una combinación de factores adversos que van desde la parada de operaciones en China y otros países de gran producción manufacturera durante los confinamientos, hasta el pronunciado aumento en la demanda de bienes, originada en la imposibilidad para los consumidores de gastar su dinero en servicios como la restauración o el turismo por culpa de las restricciones para frenar al virus.
Uno de los eslabones de la cadena que más ha sufrido es el del transporte marítimo y los contenedores de carga, que no han sido capaces de lidiar con los cambios pendulares que ha experimentado la economía mundial en 18 meses y que en esta nueva etapa de rápido crecimiento no han podido con la demanda acumulada de bienes, provenientes principalmente del continente asiático.
Los retrasos en los puertos y los aumentos de precios en el transporte están a la orden del día y traen consigo escasez de bienes esenciales para la economía mundial como los microchips o las pantallas de ordenador, e incluso de otros tan mundanos como los batidos de McDonald’s en el Reino Unido o la falta de bebidas embotelladas, que ha forzado a la cadena Nando’s a cerrar temporalmente 50 de sus restaurantes en ese país.
Estos aumentos en los precios del transporte marítimo están produciendo un efecto cascada en la industria, estimulando la compra de nuevas embarcaciones para tratar de alcanzar la demanda en un sector que ya traía una tendencia clara a la concentración del negocio. Si antes los aumentos de demanda solían traducirse en una guerra de precios entre las empresas de carga, ahora mismo estas han conseguido transformar esa mayor demanda sostenida en mayores ganancias, impulsando así la producción naviera.
Esto ha significado la duplicación en la cantidad de órdenes de nuevas embarcaciones en lo que llevamos de 2021, con casi 700 unidades en producción y una capacidad de carga prevista muy superior a la proyectada a principios de año.
No obstante, las empresas están manejando estas órdenes de compra con algo de cautela ante un esquema regulatorio cambiante y la incertidumbre sobre qué combustible terminará por imponerse como la fuente de energía dominante en el sector durante los próximos años.